Cuentos de la escritora Amparo Carballo Blanco

Tuesday, August 29, 2006

LA SALCHICHA DE QUESO



Tenía yo seis meses recién cumplidos cuando estaba con mi ama en la terraza del bar de la plaza. Me había metido debajo de la mesa para no molestar. Desde mi sitio podía ver las piernas de los humanos que estaban sentados, y también olisquear el ambiente. Hacía calor y se estaba bien allí debajo, tumbada a la sombra. Me quedé algo adormecida.
De repente, llegó hasta mi nariz un olor especial. Giré la cabeza y la vi: era de color rosa, se movía y sobresalía con otras cuatro más pequeñas de un envoltorio blanco y rígido. La estuve observando un buen rato, parecía sabrosa. Así que, con cautela, me acerqué a ella para olerla mejor. Primero le di un par de lametazos y después me atreví a mordisquearla suavemente, por si acaso. La salchicha retrocedió, y un hombre desde arriba dio un grito:
-Eh, ¿pero qué haces perrita?
Mi ama me miró sorprendida y yo la miré bastante desconcertada. Por lo visto aquello no era una salchicha de queso: era el dedo gordo de un pie humano escayolado. ¡Qué desilusión! ¡Menos mal que no mordí fuerte!
Todos se rieron mucho de mí. Me sentí avergonzada. Miré hacia otro lado disimulando, haciendo como que la cosa no iba conmigo.

Monday, August 28, 2006

EL MONSTRUO


Paseaba con mis dueños por el campo. En el aire, los incontables olores hacían que mi nariz se moviera a toda velocidad. Yo iba trotando alegre. Mis amos me seguían a poca distancia.
De pronto un horrible monstruo me salió al encuentro. Estaba allí, plantado delante de mí, mirándome fijamente con ojos desafiantes. Era más alto que yo, se sostenía sobre dos largas patas recubiertas de escamas. En cada pata tenía cuatro dedos con uñas enormes. De la cabeza le salía una cresta roja y dentada, caída hacia un lado. La espantosa boca tenía forma de pico córneo, fuerte y cónico. Por debajo del pico le nacía una especie de colgajo de piel roja. El bicho aquel, para mí extraño, parecía tener el cuerpo recubierto de algo que no eran pelos. Tenía dos extremidades muy pequeñas, pegadas al cuerpo. Su aspecto era feroz. Y no hacía más que lanzarme miradas retadoras mientras escarbaba la tierra.
En mi corta vida perruna nunca había visto nada igual. Frené en seco y retrocedí a toda carrera, aullando y con el rabo entre las patas. Muerta de miedo corrí en busca de la protección de mi familia. Mi ama me cogió en brazos y se reía muchísimo. Yo tosía y resoplaba y ladraba al bicho, que seguía plantándome cara.
Cuando me tranquilicé, dijeron que el monstruo sólo era una pobre y nada peligrosa gallina doméstica, que andaba por allí picoteando y tomando baños de sol. ¡Sí, sí..., una gallina!
Pero yo no soy una perrita cobarde. Estaré alerta y si vuelvo a ver una gallina peleona..., esta vez le haré frente.¡Faltaría más!

Saturday, August 26, 2006

EL DÍA QUE ADOPTÉ A MI FAMILIA HUMANA




Por aquel entonces yo tenía un mes de edad, o menos. Aún no tenía nombre ni sabía ladrar. Así que casi no me acuerdo de los detalles. Contaré lo que me han contado:
Era un día de verano. No sé como llegué allí, sobre una mesa llena de telas de un puesto del mercadillo. A última hora de la mañana, por delante de donde yo estaba medio dormida entre un montón de telas, acertaron a pasar ellos. Enseguida les eché ojo, porque me gustó su olor y aire. Ellos también se fijaron en mí. Fue un flechado, nos enamoramos locamente y para siempre...¡Los tres!
-Mira, ¡qué perrito tan precioso! ¡Fíjate en la trufita que tiene por nariz, parece una lenteja! ¡Qué ojitos, como botones de azabache! ¡Qué rabito tan enroscado! ¡Qué patitas diminutas! ¡Qué orejas peluditas! ¡Pero si cabe en la palma de mi mano y aún sobra sitio!, yo lo quiero - dijo ella.
-De acuerdo, nos lo quedamos -dijo él.
Ninguno de los dos sabía si yo era un perro o una perra..., sólo veían en mí a un infeliz cachorrillo de color canela, muy pequeño y peludo. Tampoco yo los distinguía a ellos..., sólo los olía y me gustaba cómo me acariciaban. Sentí una gran felicidad, cobijada entre sus brazos. Y me llevaron con ellos y los adopté como mi familia humana.

Thursday, August 24, 2006

¡GUAU GUAU!




Para empezar tengo que aclarar que soy fémina. Es muy importante esta aclaración porque las hembras somos, por lo general, de tamaño más pequeño que los machos y mucho más sensibles y cariñosas. También tenemos la mirada más dulce y la carita diferente. Además no se ve el mundo igual si eres perro o perra, no se ladra ni se gruñe de la misma forma.
Yo soy una perrita peluda, joven, atrevida y juguetona. Mi mayor felicidad consiste en poder dormir la siesta en el sofá, ovillada en el regazo de mi ama o de mi amo (¡Qué bien huelen mis amos!). Yo entiendo todo lo que me dicen. Conozco sus estados de ánimo. Ellos son más torpes, entienden poco todo lo que yo les digo..., pero son estupendos. Claro, que cada perro piensa que sus amos son los mejores y los más guapos. Yo adoro a mi familia, daría mi vida por ellos. Siempre seré fiel a mis amos, nunca les abandonaré. Sé que por razones de orden natural el hombre no puede ser fiel a un solo perro, pero sí puede serlo a su descendencia. De modo que cuando yo tenga cachorritos seguirán en su grata compañía.
Tengo que confesar que odio me corten el pelo. No me gusta hacer el ridículo. Tampoco me gusta ir al veterinario porque me manosea, me pincha y me pone el termómetro en el culete. Me avergüenza la situación. Por eso, en cuanto termina de fastidiarme y mi ama me pone la correa, salgo pitando que pierdo el rabo escaleras abajo y no paro de correr hasta perder de vista el Centro Veterinario..., siempre de la mano de mi familia humana.
Me encanta saltar, correr y olisquear, aunque mi pasatiempo preferido consiste en contemplar con calma a mis amos. A ellos les encanta bañarme y a mí me gusta sentirme guapa. Después del baño, me secan bien y me peinan. Yo salgo dando saltos y carreras por toda la casa. Después voy a mi plato, cojo una de las galletas en forma de hueso que siempre tengo a mi disposición, me acerco con ella en la boca hasta donde están mis amos y la enseño. Allí mismo, delante de ellos, me la como tan feliz. Cuando la termino, vuelvo a mi plato y sigo comiendo. Luego bebo agua y me relajo un rato en el sofá, haciendo tiempo hasta que llegue la hora de sacar a mis amos de paseo.
¡Ah, se me olvidaba! No soy la de la foto. Me llamo Raska y soy una perrita pequinesa de dos años. Mis amos me pusieron este nombre tan bonito cuando era un cachorro de dos meses, porque me dió por morder y rascar las esquinas de las paredes de la casa. En todas he dejado mi huella.
Que yo recuerde nunca he mordido a una persona. Bueno, sí, una vez mordí en el brazo a mi ama. ¡Pobre! Fue sin querer. Ella se empeñó en bañarme un día que a mí me dolía la barriga. Al principio se enfadó conmigo y estuvo unos días sin hablarme; yo me puse muy triste. Pero ahora está muy orgullosa de llevar la marca de mis pequeños dientes en la piel de su brazo. No es por justificar mi acción: lo cierto es que yo había avisado antes arrugando el morro y con repetidos grrrrrrrr, y ella no me entendió. Es que mis amos tienen poca facilidad para adivinar mi estado de ánimo. No son como yo, que enseguida percibo claro el suyo.

RABITO PÉREZ




Me lo dijo Rabito Pérez, mi amigo perrito, y yo no lo sabía: que el rabito de los perritos es como una antena que recoge y transmite emociones. Lo mismo ríe que canta, llora, pregunta o responde. Es un lenguaje que sirve para relacionarse con otros perritos y con las personas. Se complementa con guau guau, ahuuuuu, o grrrrrrr, según quiera decir “hola, me alegro de verte”, “gracias", "eres guay”, “no sabes con quién hablas”, “por quién me has tomado”, “déjame tranquilo”...

CUANDO EL HOMBRE ENCONTRÓ AL PERRO


KONRAD LORENZ

...Y cuando me sigue pegada a los talones por silenciosos senderos a través de los prados, por carreteras polvorientas o por las calles de la ciudad, con todos los sentidos atentos para no perderme, ella es todos los perros que han caminado pegados a los talones de su amo, desde el día en que el primer chacal dorado comenzó a hacerlo: ¡una suma incalculable de amor y fidelidad!