Cuentos de la escritora Amparo Carballo Blanco

Thursday, August 24, 2006

¡GUAU GUAU!




Para empezar tengo que aclarar que soy fémina. Es muy importante esta aclaración porque las hembras somos, por lo general, de tamaño más pequeño que los machos y mucho más sensibles y cariñosas. También tenemos la mirada más dulce y la carita diferente. Además no se ve el mundo igual si eres perro o perra, no se ladra ni se gruñe de la misma forma.
Yo soy una perrita peluda, joven, atrevida y juguetona. Mi mayor felicidad consiste en poder dormir la siesta en el sofá, ovillada en el regazo de mi ama o de mi amo (¡Qué bien huelen mis amos!). Yo entiendo todo lo que me dicen. Conozco sus estados de ánimo. Ellos son más torpes, entienden poco todo lo que yo les digo..., pero son estupendos. Claro, que cada perro piensa que sus amos son los mejores y los más guapos. Yo adoro a mi familia, daría mi vida por ellos. Siempre seré fiel a mis amos, nunca les abandonaré. Sé que por razones de orden natural el hombre no puede ser fiel a un solo perro, pero sí puede serlo a su descendencia. De modo que cuando yo tenga cachorritos seguirán en su grata compañía.
Tengo que confesar que odio me corten el pelo. No me gusta hacer el ridículo. Tampoco me gusta ir al veterinario porque me manosea, me pincha y me pone el termómetro en el culete. Me avergüenza la situación. Por eso, en cuanto termina de fastidiarme y mi ama me pone la correa, salgo pitando que pierdo el rabo escaleras abajo y no paro de correr hasta perder de vista el Centro Veterinario..., siempre de la mano de mi familia humana.
Me encanta saltar, correr y olisquear, aunque mi pasatiempo preferido consiste en contemplar con calma a mis amos. A ellos les encanta bañarme y a mí me gusta sentirme guapa. Después del baño, me secan bien y me peinan. Yo salgo dando saltos y carreras por toda la casa. Después voy a mi plato, cojo una de las galletas en forma de hueso que siempre tengo a mi disposición, me acerco con ella en la boca hasta donde están mis amos y la enseño. Allí mismo, delante de ellos, me la como tan feliz. Cuando la termino, vuelvo a mi plato y sigo comiendo. Luego bebo agua y me relajo un rato en el sofá, haciendo tiempo hasta que llegue la hora de sacar a mis amos de paseo.
¡Ah, se me olvidaba! No soy la de la foto. Me llamo Raska y soy una perrita pequinesa de dos años. Mis amos me pusieron este nombre tan bonito cuando era un cachorro de dos meses, porque me dió por morder y rascar las esquinas de las paredes de la casa. En todas he dejado mi huella.
Que yo recuerde nunca he mordido a una persona. Bueno, sí, una vez mordí en el brazo a mi ama. ¡Pobre! Fue sin querer. Ella se empeñó en bañarme un día que a mí me dolía la barriga. Al principio se enfadó conmigo y estuvo unos días sin hablarme; yo me puse muy triste. Pero ahora está muy orgullosa de llevar la marca de mis pequeños dientes en la piel de su brazo. No es por justificar mi acción: lo cierto es que yo había avisado antes arrugando el morro y con repetidos grrrrrrrr, y ella no me entendió. Es que mis amos tienen poca facilidad para adivinar mi estado de ánimo. No son como yo, que enseguida percibo claro el suyo.

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